La ola de cambios que experimenta el mundo árabe desde inicios del presente año ha desencadenado hasta la fecha la caida en Túnez del régimen de Ben Alí y en Egipto de Hosni Mubarak. Inmediatamente después de la caida de Mubarak la ola de cambio se trasladó a Libia. Cada país tiene sus peculiaridades y pese a que en un primer momento las manifestaciones contra el régimen de Muamar al Gadafi fueron aisladas poco a poco el malestar se fue extendiendo sobre el país y Gadafi reaccionó de forma despiadada, desencadenando una represión feroz contra los opositores que se tradujo en deserciones masivas en el Ejército, hasta el punto de que la rebelión llegó a cuajar en la zona este del país, la antigua Cirenaica, cuya capital Bengasi se convirtió en la capital de la zona liberada del régimen de Gadafi que resistió en Trípoli y Sirte, localidad natal del dictador, gracias a la terrible represión desatada por sus cuerpos de élite y tropas de mercenarios de diverso orígen. En su locura el régimen libio llegó a utilizar su aviación para bombardear a la población civil y en su paranoia Gadafi calificó a aquellos quienes se le oponían de drogadictos manipulados por occidente y Al Qaeda.
Libia quedó partida en dos e inmediatamente se desató una guerra civil que pese a su insuficiencia de medios parecían ganar los rebeldes, pero el régimen contratacó ganando terreno hasta el punto de situarse a las puertas de Bengasi. Entonces la comunidad internacional decidió reaccionar y la ONU aprobó una resolución por la que se autorizaba a establecer una zona de exclusión aerea sobre Libia para evitar que Gadafi siguiera bombardeando y masacrando a los libios. La decisión llegaba in extremis pero llegaba justo en el momento adecuado.
El establecimiento de una zona de exclusión aerea sobre Libia supone facilitar el trabajo de la oposición sobre el terreno para que poco a poco vaya reconquistando el terreno perdido durante los últimos días hasta llegar a Trípoli y derrotar a Gadafi. Así pues, en principio la operación militar contra el régimen libio no implicaría la invasión terrestre por parte de las fuerzas de la coalición internacional que se centrarían única y exclusivamente en el frente aereo, en una tarea que implicaría en primer lugar la destrucción de las defensas antiaereas, de las bases aereas, hangares y aviones. Por tanto la declaración de la zona de exclusión terrestre es una medida efectiva cuyo éxito será determinante para provocar la caida de Gadafi. Una caida que debería haberse producido ya en 1986, cuando Estados Unidos bombardeó sólo por una noche Trípoli siendo incapaz de derrocar a un régimen que patrocinaba al terrorismo y que siguió en el poder oprimiendo a los libios y desatando más atrocidades como los atentados de Lockerbie y contra un avión francés en África.
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